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VIAJE AL ALUVIÓN

(Diálogo con Esteban Williams)

Del Libro: Pamela del Río por nosotros mismos o Bajo el rencor.

Autor: Jesús de León/Gabriel Contreras

Para Martha Liévano que

Asistió a la asamblea

 

Esteban Williams escribió cinco libros excelentes: De la pata de vaca la semilla (1920);Un tibio tufillo me recorre (1933); Te quedó grande el baby doll (1953); Fusiles y obuses (1960); y su obra capital: Cabeza de cerillo (1984). Pudo destacar como la más prominente figura de la febril generación de los poetas desencantados (A la cual debe Pamela del Río grandes influencias).

Esta generación se caracteriza por su desdén ante todo aquello que signifique abandono de la esencia. Acerca de los desencantados se ha escrito “Ellos labraron este porvenir que hoy nos agobia”. 4 Sin embargo, no ha faltado quién los considere: “Colofones de la inmunda historia de la maldición burguesa”.5

Su obra jamás terminará de desentrañarse: encierra, según declaraciones del propio Williams, “Un Lúculo de pasión vedado a los cancerberos del tirano”.6

En uno de tantos congresos dedicados a desmenuzar la obra del autor, se llegó a la conclusión de que su obra tiene pies, más no cabeza. Pero, oh travesuras de la historia: Williams se burló de sus futuros investigadores al iniciar su obra con una pata de vaca y terminarla con una cabeza de cerillo.

Para otros críticos más condescendientes, el tren de vida de Esteban Williams fue quien dictó los derroteros de su poesía. 7 Ciertamente, no se recuerda en el continente vida más atormentada ni obra más hermética. He aquí uno de sus versos más sustanciosos:

Los pájaros del agua saben a rayos.

Y aquella estrofa imborrable:

Olvídate de tu marido que yo ya lo

Olvidé/y si no lo has olvidado, peor

                                               Para ti.

(del poema Monja mía).

Nadie pudo resistirse a la férrea energía del cantor bajacaliforniano. Sus enemigos no pudieron más que levantar rumores inverosímiles ante los cuales el poeta acuñó su más célebre frase: “Rebuznos borricos no pasan del suelo”.8

Esto acalló la crítica para siempre.

Antes de morir de un paro cardiaco, el maestro Williams sostuvo aquél diálogo (mortal) con Pamela del Río, quizá su discípula mas aventajada.

-Tenemos entendido (maestro) que su vida ha sido atormentada. ¿Podría explicarlo?

-¡Jamás! Mi vida ha sido feliz. Esos son rumores y malas lenguas.

(En el fondo de Pamela Oliver y Sifo se aguantaban la risa).

-¿Qué es para usted la felicidad?

-Felicidad es escribir un verso cada día. Cantar hasta para mis enemigos. Para los que sufren y callan. Para los que lloran y envejecen. Para los que son papalotes de tornado. Sí. Quiero que cada piedra florezca y que la vida trascienda la perfidia. No sólo la mía, sino la de cualquiera. Porque cualquiera es poesía, aunque no cualquiera cuaje…

¿Qué quiere decir con cuaje?

-Con cuaje me refiero al… ¿Pero es que no sabes? (zarandea a nuestra amiga y la arroja contra una pared). ¿No sabes del largo viaje que tiene que librar un poeta? No, amiga (La pisa), los poetas no se dan en maceta y la poesía no se da todos los días. Esta es la historia: Los poetas venimos del aluvión, un lugar que está más arriba del cielo. Nacer es una degradación. Porque dime, si las almas… es un supongamos… no las contiene el cuerpo, entonces ¿Qué las contiene? No lo sabes, ¿verdad? Jamás lo sabrás, Pamelilla. Solamente los poetas tenemos acceso al aluvión. Y claro, el aluvión nada tiene que ver con las alubias, niña/

-Muy bien.

-Espera. No me interrumpas. Los hombres, todos, hacemos un largo viaje desde arriba. Antes de llegar al mundo debemos surcar el río del olvido, cuya agua es un caldo delicioso con arroz y sus berenjenas. Nadie puede resistirse a probar el caldo maldito. Pero hay individuos que hacemos trampa: esos somos nosotros, los poetas.

-No entendí.

-¿No entiendes? Nosotros no bebemos de esas aguas apendejadoras. Los poetas somos mañosos, la guardamos en los cachetes y luego la escupimos. Ah, sólo un niño (recuérdese que el maestro Williams vivía rodeado de efebos) me comprendería. Ellos hace menos tiempo que se bajaron del aluvión.

-Lo que no entendí es la palabra merenguenas.

-B-e-r-e-n-j-e-n-a-s.

-Gracias, muy amable.

-Lo dicho: los niños deberían educarnos.

-¿Y todo esto lo dice en serio o nada más me está tanteando?

-El poeta habló contra las mujeres y luego contra toda la gente (cosas impublicables).

-No se ponga así, dígame: ¿cómo aprendió a escribir poesías?

Esteban Williams siempre se sacudió ante esta pregunta. Dudaba contestar. Finalmente le sonrió, dejó correr una lágrima, la miró con desprecio y le dijo: “La poesía no se aprende, pregúntame otra cosa”.

-Bueno, ¿cómo le hace?

-Sólo te puedo decir que la vida es una tómbola y la pluma célibe hasta que el poeta quiere.

Pamela no aguantó más y replicó con voz de fantasma.

-Perdóname que te aclare que eso es falso. La vida (dijeron Oliver y Sifo desde el fondo de la caverna) es una estela de flamígero y albo cebo cósmico que cubre las altiplanicies del ser.

Pamela se deshizo de sus calzones y arrastró a Esteban Williams hasta la cama. Después de desnudarlo apagó todas las lámparas. El elástico brazo de la noche flageló para siempre los ojos del poeta.

 

4 Volks Volgendroff, Illa. Una generación desdeñosa y desdeñada. Ed. Shölem, RFA, 1981.

5 Osken Kolvich, Ulianov. Poetas de la maldición burguesa. Ed. Progreso, Moscú, 1932.

6 Conferencia sustentada ante la sociedad menonita filipina.(1940).

7 Garcés, Mauricio. Estela de ignominia a la arborescencia de un olmo. Ed. La Rue, Ginebra, 1968.

8 Conferencia pronunciada ante la sociedad protectora de animales de Tailandia.

 

 

 

MIS PADRES SUS HISTORIAS

 LIBRO: LOS RELATOS DE LA SIERRA

AUTOR: Jesús de León.

I

A VECES VAGO SOLO POR LA CASA. EL SILENCIO HACE MAS SOLIDAS LAS paredes, más amplios los espacios y, a pesar de eso, en los momentos amargos, siempre me ha parecido tan pequeña, tan estrecha. Creo que la casa está viva, que desarrolla sus propias emociones.

Así ocurrió la víspera de la muerte de mamá. Ella llevaba en coma mucho tiempo. Papá y yo nos turnábamos para cuidarla. Un día regresé después de la más pesada guardia en el hospital, una vecina me preguntó:

¿Hubo fiesta anoche en tu casa?

¿Fiesta?-pregunté.

-Sí, escuchamos música, risas, conversaciones-arrugó el ceño y agregó-: ¿Qué celebraban?

Hasta que me avisaron que mamá había muerto, entendí. Fue una fiesta de despedida hecha en la casa en honor a su dueña. Como si ocurriera en un buque a bordo del cual, antes de zarpar, la madre se despide del único pasajero que queda en la tierra: yo.

 

II

MI MADRE FUE UNA OBRERA QUE TRABAJÓ EN UN TALLER DE FABRICACIÓN de ropa masculina. Después se hizo modista. Mi padre era campesino, pero durante las malas rachas trabajaba de cantinero.

Cuando mis padres se casaron, los amantes ideales eran la Doña y el Señor Presidente, máximos emblemas del “desarrollo estabilizador”. Se vivía el apogeo de la música arrabalera. Los mambos de Pérez Prado y canciones lamentosas y peleoneras como “Mi dicha lejana” y “Mis noches sin ti”. ¿Qué esperan? Conforme a eso he vivido.

Cuando se casó con mi padre, mi mamá era viuda. A su primer marido lo mataron de un balazo en la frente. No se pasó la vida enlutada y rezando por dos razones muy sencillas: tenía veinticinco años y se vivía la gran efervescencia de los ritmos bailables.

Así que encogiéndose de hombros, dijo:

-El que sigue.

No sé cuántos seguirían, pero aquel que iba a ser mi padre utilizaba cualquier argumento con tal de no ir al baile.

-No te llevo a bailar porque no tengo ropa.

Mamá lo comprometía regalándole alguna prenda y así, ella por el interés del baile y él por el interés de los obsequios, se iban a bailar al salón de la Sociedad “Manuel Acuña”. Piense el lector de que circunstancias tan aparentemente insignificantes depende que nazca o no un escritor. De que en una ciudad como Saltillo, tan adormilada en su provincianismo, exista un salón de baile con el nombre de nuestro poeta más destacado y que, de pronto, al adolescente de 18 años, que era entonces papá, le gustara estrenar ropa y una modista de veinticinco años aprovechara su sentido del ritmo para adelantarse a su época y tomar la iniciativa y la vida en sus manos.

III

EN EL RECUERDO MAS REMOTO, VEO A MAMA FRENTE A SU MAQUINA DE coser, con rizos a la manera de Rosita Fornés y escuchando en el radio “A la orilla de un palmar”. Ella soñaba con tener una familia muy numerosa, pero sólo pudo tener dos hijos. Mi hermano y yo nacimos en casa y fue una comadrona llamada Leopoldina quien nos trajo al mundo. Los maridos se oponían a que sus mujeres se aliviaran en las clínicas, argumentando que podrían cambiarles a sus hijos. En realidad estaban encantados de que las parteras se fueran a vivir a casa de las parturientas para remplazarlas en todos sus quehaceres, incluidas las tareas conyugales.

Después de su segundo parto, mamá quedó delicada de salud. Un par de tías solteronas que vivían con nosotros se encargaron de atendernos. Mi madre era simplemente el ojo vigilante que no dejaba a sus hijos ni a sol ni a sombra. Por culpa de ella fuimos un par de niños pulcros y bien presentados; de lo contrario, su acoso podría volverse enloquecedor. En cambio, papá siempre fue la libertad absoluta. Rara vez lo veíamos en casa. Vivía libre y nos dejaba libres.

Por ser el mayor, me tocó estar más cerca de las pugnas de mis padres, sufrir sus distanciamientos, llorar cuando internaban a mamá en el hospital. Me hubiera gustado tener a alguien que me diera la mano con ellos. De cualquier manera, mi hermano me ayudó a ver las cosas con más calma.

Por las noches el mundo era hermoso. Yo dormía con una tía, mi hermano con otra y mi papá con mi mamá. Había en la casa tres matrimonios entre mujeres maduras y despóticas con hombres irresponsables y anárquicos. O tres nanas, cada una con su niño.

A pesar de estar enferma, mamá nunca dejó su trabajo de modista. Su energía la reservó para eso. Mi hermano y yo pasábamos las tardes jugando en un inmenso solar. A veces terminábamos peleando y ella interrumpía su labor de costura y nos medio mataba a garrotazos. La manera en que nos desquitábamos era muy sencilla: espiábamos a las mujeres que se iban a probar ropa. Más de una nos hizo el número completo.

Así era todo: papá cuidando la huerta o trabajando en el bar, mamá patrocinando nuestra educación sexual y nosotros creciendo ajenos al destino que nos amenazaba: la escuela como fatalidad, como prisión.

 

IV

UNA VEZ ESCUCHÉ DECIR A MI AMIGO SERGIO QUE LA PRINCIPAL DEUDA que tenemos los narradores norteños es con la tradición oral. Además de que, a un nivel más particular, el escritor termina por darle un estatus literario al habla que ha oído en su ámbito familiar. Yo tengo testimonios que pueden apoyar esa tesis. Mamá era una extraordinaria narradora. En familia nos pasábamos tardes enteras disfrutando de las palabras, gestos y ademanes con que mamá narraba las peripecias de su primer marido, aquel contrabandista de la frontera cuyo cadáver balaceado recibió ella en sus brazos, y los problemas que tuvo después para aguantar al “pan con atole” que era papá. Dicho sea de paso, ninguna comida le parecía a mamá tan desabrida y carente de gracia como ese austero alimento.

Mi madre me dejó una imagen persistente que no he logrado explicar del todo. De ser una persona tan viva, tan vital, que embrujaba a mis amigos con sus historias, de buenas a primeras sucumbió al coma, al silencio. Cerró los ojos. Tuvo que ser internada, pero las historias seguían en su mente, repitiéndose obstinadas, como lo demostraban las lágrimas que fluían de sus ojos cerrados, que ya nunca se volverían a abrir.

¿Qué recordaba? No lo sé. Ella, como mi padre, murió a su manera. Justificándose más allá de mi incomprensión, más allá de mi afecto, como si miraran, por encima de mi vida, un paisaje que yo jamás vería. Para mí eso representa la ausencia de mi madre. Haber estado junto a ella y, sin embargo, no poder ver lo que vio, lo que ya no pudo contarme.

V

SI MAMA ERA ENVOLVENTE PARA NARRAR, PAPA NO ERA TAN PARCO. SI yo hubiera seguido su estilo de contar historias no tendería a lo abrumadoramente atroz. Entre mis primeras aspiraciones como escritor, estaba el hacer cuentos de ambiente gótico. Me di a la tarea con toda seriedad y, además, tenía varias cosas a mi favor. Vivía sólo en una casa vieja y lúgubre en la que habían muerto varios de mis parientes y en la que, para colmo de lo tétrico, también yo había nacido. Así pues, cerré puertas y ventanas, me puse bajo la lámpara de luz oblicua y, cuando estaba a punto de arrancarme escribiendo, aparecía en la puerta la geórgica figura de papá, diciendo: “Ahorita vengo, voy por la leche”.

Ni modo, los vampiros volaban, los muertos regresaban a sus tumbas y yo que quedaba inmerso en un ambiente de mugidos, balidos y un fuerte olor a pastura durante el resto de la velada. Al rato, papá volvía con su sombrero y sus botas vaqueras, su camisa a cuadros y su paliacate en el pescuezo, cargando la olla de la leche humeante todavía.

¿Cómo resolver este bucólico dilema? No tenía tanto dinero como para comprar un órgano tubular. Encajarme una estaca en el pecho me habría traído problemas. Pedirle a papá que se pusiera una máscara como el fantasma de la ópera no hubiera funcionado, porque lo delatarían sus bigotes de brocha de encalar.

Me fui a una tienda de disfraces y le pregunté al empleado:

-¿Tiene algo que se parezca a un hábito de monje?

-Sí, tenemos varios. ¿Cuál le gusta?

Elegí el más oscuro y polvoriento. No le entendí muy bien al empleado, pero parece que era muy similar al que usaba José Vasconcelos en la última parte de su vida. Venía con el flagelo incluido.

-No gracias-le dije al empleado-. Flagelos no necesito, ya tengo los suficientes.

Convencer a papá de que usara aquel atuendo no fue difícil. Al fin y al cabo, sólo lo necesitaba para pasar frente a mi cuarto; después podía quitárselo, colgarlo en un clavo de la pared y seguir su camino como le pareciera.

Nunca llegué a enterarme si se lo ponía en la calle. Lo más que hubieran pensado era que andaba crudo y, como dijo don Alí Chumacero, el crudo es un animal sagrado. Mi ambiente estaba completo. Frente a mí, de vez en cuando, pasaba una especie de monje cargando una olla humeante. Inmerso ya en la atmósfera adecuada, empezaba a escribir. Y así me seguía hasta la madrugada.

VI

EL ALCOHOLISMO DE MI PADRE SE ACENTUÓ Y, EN UNA DE ESAS ANDANZAS, sufrió aquella grave caída. No le tenía nada de confianza a ese médico que habría de operarlo. Le parecía demasiado joven e inexperto.

-¿Es usted el que me va a operar?-le preguntó papá al médico.

-Por supuesto, ¿por qué? –le respondió el doctor.

-La mera verdad- y lo barrió con la mirada-, usted tiene más cara de chivo que de pastor.

Y no le falló el diagnóstico. Lo operó un chivo y se lo llevó patas de cabra. Ojalá Dios lo tenga en su santa gloria (Que si de veras lo tiene allá, dudo que esa tal Gloria siga siendo santa).

VII

VOLVAMOS AL GÉNERO GÓTICO. LA PREGUNTA SE IMPONE. ¿ES NECESARIO tener una atmósfera? ¿Qué tanto depende la literatura gótica del ambiente específico? ¿Tenemos que ubicar obligatoriamente nuestros cuentos en Transilvania, aunque vivamos en Ramos Arizpe? ¿Hay que disfrazarse de Bram Stoker, Edgar Allan Poe o Gustav Meyrink para acometer el género con el debido éxito? ¿No estaría corriendo el riesgo de que me pasara lo que le pasó a mi amigo, el lagunero Paquito el de los cuentos, cuando quiso convertir al mismísimo marqués de Aguayo en una especie de Jinete sin Cabeza, pero con cabeza?

¿Acaso tenía yo el derecho de convertir a Manuel Acuña en una ánima en pena vagando por las ruinas del Teatro García Carrillo? ¿Y qué decir del Varón de Cuatrociénegas, ultimado en una oscura noche en Tlaxcalantongo? ¿O de Francisco I. Madero recibiendo el dictado de su hermano difunto?

Las respuestas a estas preguntas me las daría más tarde papá, al demostrarme que no necesitaba ni de hábito de monje ni de ambiente crepuscular (ni siquiera la jodida olla de leche) para protagonizar una historia de terror. Le bastó simplemente con agarrar la borrachera.

VIII

¿SABEN LO DIFICIL QUE ES CUIDAR UN MORIBUNDO EN EL HOSPITAL CUANDO no se es enfermero del Seguro Social? No se los recomiendo. Yo tuve que lidiar con papá que iba a ser operado. Poco faltó para que yo entregara el equipo. Apenas se vaciaba el hospital, quedando sólo las enfermeras y médicos de la guardia nocturna, comenzaba para mí el suplicio. A altas horas de la madrugada papá invocaba a los muertos. Iban apareciéndose en el cuarto, ocupándolo poco a poco con su ausencia hasta que aquello quedaba saturado de espectros: tíos, primos, abuelos…Papá se dirigía a cada uno de ellos por su nombre y esperaba respuesta. Yo tenía que estar allí como moderador de aquel panel espectral, hasta que la presencia de los ausentes se volvía opresiva y, en un momento dado, no sé cómo ni cuándo, empezaba yo a gritar, a caminar de un lado para otro, moviendo los brazos, como si quisiera dispersar una gruesa cortina de humo: “!Ya basta, cállense, lárguense!”

No podía dejar sólo mucho tiempo a papá. Por efecto de los medicamentos o de la anestesia-el dolor de una pierna rota es muy intenso-, él había perdido la noción de dónde se encontraba. Todo se confundía con cosas del campo.

De pronto decía: “¿Qué hace esta rama aquí?” Y tumbaba el tubo que sostenía el suero. “¿Por qué tengo este lazo enredado?” Y se arrancaba el catéter. Eso, para no hablar de que confundía a las enfermeras con borregos y a los doctores con chivos.

Como consuelo, me quedaba que me había ido peor con mi abuela y con mamá. A la abuela las noches se le volvieron días y mamá estuvo sumida en un coma tan profundo que uno tenía que ir personalmente a cambiarla de posición. Había que moverla para que no se le hicieran llagas y aspirarle con un aparato la mucosidad para que siguiera respirando.

Una noche papá recibió la última visita ultraterrena. Supongo que él y mamá se pusieron a platicar como esas noches en que él llegaba de la cantina y ella cerraba su máquina de coser dejando preparados los trabajos de costura que iba a entregar al día siguiente. Después proba blemente mamá lo debe haber regañado por ser tan torpe e irresponsable como para sufrir una serie de fracturas.

-¿No entiendes que los muchachos están cansados de cuidar inválidos? ¿Ya viste la cara que carga Jesús?

-Tienes razón. Si ese muchacho no se cuida, en especial de esas compañías tan raras con las que anda, uno de estos días nos va a dar un buen susto. Imagínate, la última vez metió a la casa a un crítico literario. Tenemos que ayudarlo.

-¿Y qué piensas hacer?

Papá se encogió de hombros.

-Vámonos.

-¡Así nomás!

-Claro, ahora no me queda el pretexto de que no tengo qué ponerme. No sé. Piénsalo. ¿O quieres que andemos por aquí de ánimas en pena?

El espectro de mamá suspiró y meneó la cabeza.

-El mismo atole con pan de siempre-dijo- . Está bien. Vámonos. Felipe quiere conocerte. Tal vez puedas aprender algo de él.

-Tienes razón nunca es tarde.

Al terminar de escribir este diálogo. Me pregunto: ¿de veras lo imaginé, lo soñé o me tocó presenciarlo? Es mejor no sacar conclusiones. No quiero acabar como papá invocando otro desfile de espectros.

IX

FUE EL DIA DE LOS MUERTOS. ESTABA LIMPIANDO LA TUMBA FAMILIAR, MUY tranquilo. Al lado de la tumba se ubica la del primer marido de mamá. Siempre me pregunté por qué ella no quiso enterrar a su primer esposo en la cripta familiar y prefirió comprar un terreno al lado de ésta para sepultarlo. ¿Sería por la fama de narco, contrabandista y satánico que el tipo tuvo en vida? ¿O temió que el resto de la parentela le reprochara meter en la cripta familiar un cadáver con un plomazo en la frente? Para no hablar de la niña que se le malogró, puesto que ella estaba embarazada al momento de saber la noticia de la muerte de Felipe (así se llamaba su primer pelado) y quien, según ella, le pidió en sueños a la criatura para llevársela. El caso es que cuando despertó, el producto ya se había malogrado.

A la niña si la enterró en la bóveda familiar y no puedo sino manifestar mi extrañeza ante las decisiones de mamá. La tumba en la que enterró a Felipe es una réplica exacta de la otra. Son tumbas gemelas. Al grado de haber provocado una incógnita que hasta la fecha no sé cómo resolver.

Cuando murió mamá, papá y yo nos enfrentamos al problema de donde enterrarla, si con su primer marido o con el resto de la familia. Papá, con ese carácter tan suyo, dejó el problema en mis manos.

-Si quieres, déjala con Felipe. Al cabo que no soy celoso.

Quizá no hubiera opinado lo mismo si hubiera leído aquel verso de Quevedo que dice:

Polvo serán, más polvo enamorado…

Temeroso de que hubiera en verdad un amor constante más allá de la muerte, preferí enterrar a mi madre en la cripta familiar. Algunos años más tarde, cuando yo andaba limpiando las sepulturas, llegó una tía del rancho, con un enorme ramo de crisantemos, y me preguntó:

-¿Dónde está enterrada tu mamá?

-Aquí-dije señalando la cripta familiar.

Después de colocar las flores, mi tía contempló las dos lápidas y llamó a su hijo quién cargaba otro ramo.

-Éstas son para tu papá. ¿Dónde está?

No supe que responder. Mi tía arrugó el ceño.

-No lo habrás enterrado con Felipe, ¿Verdad?

De regreso a mi casa, medité: si papá y mamá están enterrados en el mismo lugar, lo más probable es que ella en este momento esté saliéndose con todo y cajón de la cripta familiar para mudarse a la tumba de al lado, porque como dice el dicho “más vale malo por conocido que este atole con pan…”

Cada que mi hermano Carlos me llama para recordarme que se acerca el 2 de Noviembre y que debo cumplir con mi deber de arreglar las tumbas, siento como si la familia entera hubiera echado sobre mis hombros la tarea de decidir dónde se entierra a cada quien. Me rebelo un poco ante esta tarea y me pregunto ¿en qué jodida cripta, tumba o pozo me irán a echar cuando me muera?

 

 

 

 

AFUERA HAY UN MUNDO DE GATOS

 

gato

 

 

DEL LIBRO: AFUERA HAY UN MUNDO DE GATOS

AUTOR: JESÚS DE LEON.

A dúo con Gabriel y para Idalia Garza

El escándalo surge por la derecha y va perdiéndose por la izquierda. Viene. Desaparece. Vuelve. Las carreras de los gatos desde siempre le han dejado marcas en la cabeza. Sobre todo cuando la riña logra arrancarles el pelo y se desangran infinitamente. Guarda en el alma sus insanos rasguños. El imperdonable frio de su baba transparente. Ser insomne es la principal de sus desgracias. Hay gente incapaz de cantar o de andar en bicicleta. Pero su mal es peor. Secreto porque llega con la noche. Molesto porque duele con los chillidos de los gatos. Se ha impuesto una buena dosis de pastillas. Pero nada. Un hombre como el debe ingeniárselas para gozar de una figura onírica. Su trabajo le pide:

“Guarde su apariencia. Sonría al saludar. Cuidado con sus ojeras”.

Así que para urgencias como ésta, tiene que dormir porque tiene que dormir. La lectura tampoco ayuda en estos casos. De qué sirve abandonar la cama y acudir a una biblioteca formada por casi treinta tomos de Relaciones Humanas y Análisis transaccional. Mejor ver la correspondencia. Revisar los sobres que desde hace días se han deslizado por debajo de la puerta. La gente se preocupa por él y a menudo le envía sus oraciones:

“Ama al mundo”, le dicen, “Amalo con cada gota de tu sangre. Así tu alma fascinada por un místico vuelo, iluminará tu camino y el de quién a ti se acerque”.

Le aseguran que no se trata de una broma. Nada más lejos. Y para cristalizar la buena fortuna, deberá enviar 20 copias a las personas que necesiten ayuda.

Trata de improvisar aviones con los sobres y dibuja en la mente sus diabluras más queridas. De pronto, queda intrigado con un sobre especialmente gordo. Imposible hacer con él un barco. Acaso las solteronas habrán reunido aquí su coraje de años. Abre y se encuentra con una cadena más. Esta vez le quieren narrar un cuento. Así como lo oye. Si es que se pueden oír las palabras escritas en una carta. Deberá conocer la historia que los padres le han dicho a sus hijos desde siempre. Un cuento narrado a su vez por los abuelos y así sucesivamente. Se le advierte que en algunas ocasiones la cadena se ha roto. Pero se han inventado nuevas formas de continuarla. Los profesores de las escuelas la repiten a los niños, para que todos los pequeños refieran a sus hijos este cuento. Un oficial de la NASA envió treinta mil copias de este relato durante su vida. Kate Russel, secretaria soltera de Minessota, mecanografiaba cada mañana la historia y encontró el amor a las afueras del correo. En Samoa, el general Rince se mantuvo con vida después de los cien años sólo para narrar el cuento a los soldados jóvenes. Cada quién puede inventar su propia cadena. Le piden que se vaya quedando dormido. Mañana tal vez sabrá que el mundo puede ser de otra manera, aunque no tenga pruebas.

Comienza a caminar por las profundidades de un bosque. Allá donde crecen los arbustos y las zarzas. Sueña con una comunidad de conejos pequeña pero activa. En el centro existe la casa del abuelo que como todos saben fue el fundador de la comunidad. Porque primero fue solamente un conejo atareado en su trabajo que consistía en adornar huevos de pascua. Después sus hijos le ayudaron a pintarlos. Todos fueron cavando una serie de casas alrededor de la casa principal. Entonces el abuelo tuvo tantos ayudantes que comenzó a buscar otra clase de trabajos.

Enseñó a algunos a pintar las flores y ensayaron nuevos matices de verde para los musgos y los helechos. Los conejos pusieron tan hermosa aquella parte del bosque que Dios se quedaba maravillado con el espectáculo:

“Aquí el suelo y el agua me deben haber quedado especialmente ricos”, decía el Señor convertido en un trueno reluciente.

Ellos lo escuchaban y se reían en silencio.

Pasaron los años. El abuelo se convirtió en bisabuelo. Así es la vida. Pero a pesar de su ancianidad, se encargaba personalmente de dirigir cada primavera la pintura de las flores. Buscaba cada día nuevas tareas. Los enseñó a pintar las hojas del otoño, de morado las del eucalipto, de amarillo las del olmo, de rojo de diferentes matices las del arce. Los conejos iban por el bosque muy contentos con pinceles y botes de pintura y Dios, que pasaba muy seguido por ahí, se alegraba:

“Las noches deben ser aquí muy frías y saludables”, pensaba.

Y los conejitos rieron a escondidas.

Después de una estación llegaba la otra. El invierno les enseño a pintar sombras en la nieve y cuadros de escarcha en los vidrios de las ventanas. También a sacar brillo en las estalactitas de hielo.

Todos se sentaban alrededor del fuego. A los pequeños les entusiasmaban los graciosos cuentos del abuelo. Tanto que querían prolongar indefinidamente las sesiones, pero el abuelo se encargaba de recordarles sus tareas. Había pensado en todo. Tenía equipos entrenados en cada caso. Unos pintaban los primeros botones de la primavera. Otros aguardaban al lado de los capullos de la oruga para darles una pincelada a las mariposas recién nacidas.

“¿Y ahora que se le ocurrirá al abuelo”?, se preguntaban los conejos. Y el fundador de la comunidad se quedaba pensando. Al fin les confesó un secreto a los conejos y conejitas de esa estación:

“Me marcho y les voy a explicar cuál será mi próximo trabajo si me prometen no contarlo”.

Cuando se fue los mayores se pusieron tristes. Los más chicos sonreían entre sí con una mirada pícara, conocían el secreto y lo sabían guardar.

Hasta que un día cayó sobre la comunidad una tormenta. Era la primera vez que llovía y todos corrieron a refugiarse. “¿Acaso la lluvia destruiría la obra del abuelo?”, se preguntaban muertos de miedo alrededor del fogón.

Pero la lluvia cesó y los colores del bosque quedaron bellos y resplandecientes. Las puertas de las casas se abrieron para salir a comprobarlo.

“¡Es cierto!-gritaban bailando de júbilo los pequeños-. ¡El abuelo está trabajando otra vez! ¡Vengan a ver lo que ha hecho!”

Dios pasaba por ahí y volvió los ojos al cielo. Quedó enormemente sorprendido.

“¿Cuándo habían visto una puesta de sol tan maravillosa?” , les preguntó a los conejillos lleno de orgullo.

Ellos lo escucharon y se volvieron a reír.

El abuelo había pintado las nubes y el arcoíris.

Nuestro personaje termina de leer. Afuera los gatos se persiguen como locos para morderse la cola. Después de hacer bolita el cuento, piensa: “Malditas loras, Métanse a la cama con alguien. Deberían aprender lo que significa un estreno a destiempo”.

 

LA EXPRESION NORTEÑA CANTADA Y CONTADA

LIBRO: PAZOS, REPASOS Y TROPIEZOS

AUTOR: Jesús de León.

 Por mi trabajo en el Archivo Municipal estoy acostumbrado a escuchar el término patrimonio cultural, referido a edificios de valor histórico, reliquias, antiguos infolios o monumentos, incluso partes de la geografía que fueron escenario de alguna batalla o del paso de algún prócer de nuestra historia. Eso para no hablar de aquella parte del patrimonio cuyo valor es estrictamente artístico: pinturas, esculturas, obras arquitectónicas, obras literarias, etcétera.

¿Han oído ustedes hablar del patrimonio intangible? ¿A qué se refieren con intangible? Por un momento pensé en los fantasmas que rondan por el Archivo Municipal. Perdónenme. Si de eso se trata, no voy a tomarme la molestia de catalogar a la enfermera que se aparece en el primer piso ni mucho menos a ese perro negro de ojos brillantes que dicen vuelve loco a quién lo mira. Tengo bastante con mi trabajo regular, que a veces me hace manotear el aire con desesperación como si estuviera espantando moscas.

La música popular como patrimonio intangible

Un amigo se tomó la molestia de aclararme el concepto. Patrimonio intangible es aquella parte de nuestra herencia cultural e histórica que no cuenta con una materialidad fija e inamovible. La Catedral de Saltillo es en tal sentido patrimonio tangible. Lo mismo que las balas de cañón encontradas en los terrenos donde se realizó La Batalla de La Angostura. También los quevedos de Venustiano Carranza o la pistola con que puso fin a sus días el tristemente célebre Ignacio Cepeda Dávila. Dentro del patrimonio artístico hablaríamos de los cuadros de Rubén Herrera o del monumento a la fundación de Saltillo que se encuentra a espaldas de Palacio de Gobierno o de las emblemáticas fotografías de Alejandro Víctor Carmona.

Cuando hablamos de otras expresiones, tales como la música o la poesía, no podemos decir que tengan un sustento material fijo o permanente. Pongamos el caso de la canción popular norestense, que permaneció durante un tiempo considerable como parte de la tradición oral, pasando de padres a hijos y recibiendo añadidos, supresiones o variantes conforme la caprichosa memoria colectiva lo determinaba. No tenía un asiento material propiamente dicho y sería exagerado decir que dicho asiento estaba en las neuronas de sus escuchas o ejecutantes.

Si bien la canción popular no es tangible, es perceptible aquí enfrentamos una paradoja. ¿Cómo conservar para el futuro sonidos y palabras que, aunque provienen del pasado, sólo existen en el presente, mientras se ejecutan y se escuchan?

Codificar, archivar, ¿preservar?

¿Existe una manera de retener y conservar esas expresiones? Se escriben las letras, se anotan las partituras. Los logros de la tecnología han permitido el registro en discos de dichas canciones e incluso su traducción al código binario nos permite archivarlos en nuestras computadoras. Aquí enfrentamos otra paradoja. No estamos guardando las canciones propiamente dichas. Tan solo una serie de claves, de códigos que, si no los dominamos, no podemos volver a extraer esas expresiones actualizándolas en la ejecución o la lectura.

¿De qué sirve un libro de versos a un analfabeta? ¿Para que quiere un cuaderno de partituras alguien que no sabe tocar instrumentos musicales o a quien, sabiendo tocar algunos no sabe leer notación musical? En el caso de las computadoras, sabemos que existen esas pequeñas memorias USB en donde se pueden guardar un sinfín de canciones. Pero si no tenemos una computadora o un aparato compatible con el dispositivo, ese tesoro permanecerá mudo, silencioso. Como si anduviéramos perdidos en el semidesierto coahuilense, sin agua ni comida.

Sin embargo ese patrimonio intangible también es nuestro. Lo sentimos incluso más cercano que otras expresiones de nuestra historia y de nuestra cultura. Como dijera don Francisco de Quevedo “Huyó lo que era firme y solamente/ lo fugitivo permanece y dura”. Los invito a que vayamos en busca de lo intangible.

La cantina: santuario de la cultura popular

Estamos en una cantina a la antigua: paredes de adobe, techo de vigas; sillas y una mesa rústicas. El grupo musical interpreta “Los dos amigos”. Mientras ejecutan la canción, nosotros nos sentamos a la mesa y nos quedamos escuchando. Aplaudimos y comenzamos a hablar.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Hasta dos.

-¿Por qué me trajiste aquí?

-¿No querías conocer los secretos de la cultura popular? ¿Qué mejor lugar para conocerlos que este?

-Estamos en una cantina.

-Que esperabas? ¿Qué te llevara a Fonart o al Museo de las Aves? Te llevaría al Mercado, pero prefiero que antes estemos aquí. Después podemos curarnos la borrachera. ¿Para que hacer las cosas al revés? No es bueno poner la carreta delante de los bueyes, como tu comprenderás.

-Sospecho mas bien que, como dije que los gastos iban a correr por mi cuenta, te estás pasando de listos.

 

 

 

Trabajo de campo: clara u oscura

Estamos en esa parte de la investigación que se conoce como el trabajo de campo: la compilación de materiales en su fuente original y, si no avanzamos en nuestra investigación, la habremos pasado bien. No te preocupes. Te aseguró que valdrá la pena. ¿Le hablamos al cantinero?

-Zurdo, tráenos dos.

El cantinero se acerca y limpia la mesa con el célebre caballo.

-¿Qué les sirvo? ¿Cerveza clara o cerveza oscura?

-¿Es todo?

-¿Para qué quieren más? Los que vienen aquí nunca se han quejado.

-Tráenos unas claras. Lo que es un milagro es el grupo. ¿Qué pasó con la radiola?

-Es que no consigo discos. Como ahora hay puro DVD, mejor me deshice de ella y me traje a estos primos del rancho.

-¿Qué tal andan de repertorio?

-El usual. No van a pedirles una de Luis Miguel, ¿Verdad?

-Sin duda, Zurdo, te refieres a los que tocan música norteña más tradicional.

-Si . Nada de Tex Mex ni mezclas raras. No sabemos distinguir con tanto grupo. ¿Para qué si son los mismos? Aquí nada mas llegamos hasta Los Alegres de Terán y de ahí nos regresamos o de Ramón Ayala y vas p´a tras.

-Ésa es la auténtica cultura popular, no productos efímeros creados por los medios masivos. Nada que perdure o deje huella. En cambio hay tanta historia en las canciones de auténtica raigambre norteña. Gracias, Zurdo. Ái me las apuntas.

-Soy Zurdo, pero no pendejo. Te lo había dicho desde la vez pasada: sirviendo y pagando. Así si baila mija con el señor. ¿Un caldito? ¿Unos taquitos?

-Esa amabilidad no te la conocía. Tráenos las otras y también unos cacahuates.

¿Salados como ustedes?

-No, mejor enchilados, como tú. O pelados, para morir iguales.

El cantinero trajo un plato.

-Que les cueste un poco de trabajo- dijo.

Eran más cáscaras que cacahuates:

-¿No habrá chicharrones?-preguntamos decepcionados.

-Pues tenía cueritos, pero….

Ahí nos enteramos por qué ese cantinero ya no ha querido contratar meseras desde que se fue la Revólver Plateado. ¿A qué se debe el apodo de la susodicha? La mujer era como la pistola del corrido de Luis Aguirre: maciza, de buenas líneas…. Pero con ella al cantinero le salió el tiro por la culata. Lo hizo ver su suerte. Gracias a esas medias plateadas y la minifalda de cuero negro, le consiguió bastante clientela, pero un día la mesera desapareció con todo lo que había en la caja registradora. Dicen que se fugó con un vendedor de DVDs piratas ¿ Por qué creen que el cantinero se deshizo de la rocola?

-Muchachos, ¿Cuántas veces no repitieron aquello de “Adiós revólver plateado, mucho aprecio te tenía”?

Los músicos reaccionan de diferentes maneras. Se ríen, hacen uhhh, chiflan….

-Más veces que la que se fue-dicen-. Menos mal que el cantinero se metió con la Revólver Plateado. ¡Imagínense que se hubiera metido con la Cuerno de Chivo!

Los músicos interpretan “El corrido de Luis Aguirre”. Un personaje que se despide de un hermoso revólver que aprecia porque le trajo suerte. El hombre en trance de muerte agradece los servicios que le prestó su arma. La letra de este corrido es una extraña elegía. El arma sobrevive al hombre que canta el dolor de su separación más que dolerse de su propia muerte.

Rosita Alvírez no hay sólo una

En cuanto a los homenajes al terruño, Piporro ha vuelto célebres dos corridos saltillenses, cosa que nunca harían nuestros historiadores locales que ni siquiera saben cantar. ¿Quién no se acuerda de Rosita Alvírez Murió? ¡Qué extraño el segundo apellido de esta mujer! Pero es al contrario, yo digo que gracias al Piporro Rosita Alvírez Vive. El otro corrido es el de Agustín Bajaba a Caballo. La primera murió por desairar a Hipólito y el segundo por andar de enamorado y tener amigos traidores.

-¿Se saben “El corrido de Rosita Alvírez”?

Los músicos deliberan. Uno de ellos responde “sí”.

-Pues órale, primos.

Lo que son las cosas. Rosita Alvírez no murió a balazos. Cierto historiador asegura que fue a puñaladas. Parece que su muerte no ocurrió en Saltillo sino en San Luis Potosí. Será el sereno. Se me hace que ese amigo esta desvariando. ¿Y si hubiera sido otra? Porque viejas remolonas que se niegan cuando uno las saca a bailar conozco muchas. Es más, las únicas que aceptan bailar cuando uno se los pide son las teiboleras, pero ésas cobran.

Puede que no esté muy equivocado ese historiador. Las canciones, aunque partan de sucesos reales, terminan elaborando curiosos paradigmas. ¿Para qué? Modelos. Imágenes que sintetizan una enorme cantidad de situaciones. Hay muchas Rositas Alvírez que han muerto en diferentes lugares, con otros nombres, en otros bailes. Qué importa si son saltillenses, potosinas o zacatecanas: con nosotros nunca han de bailar.

Aquí entre nos, por eso hay quienes permanecen solteros. Todavía ellas se quejan de que acabemos metidos en las cantinas.

-Soy un espíritu libre. No quiero las ataduras que representan mujer, hijos…

-Ni empleo, cabrón. Andas de aquí para allá porque en ningún lado te aguantan. No hay cantina donde no debas y en la que no debes es porque no te dejan entrar.

Es indiscutible que la cantina se ha convertido en el refugio de la masculinidad incomprendida. Hay algunos que pasan más tiempo en esos lugares que en su propia casa. No se van a vivir a la cantina nomas porque las sillas son muy incómodas para dormir. Pero hay quien lo ha intentado.

-¿Se saben “Mi casa Nueva”?

Los músicos asienten.

-Si son tan amables, por favor.

El grupo interpreta esa popular canción que trata de un norteño abandonado que se va a vivir a una cantina llamada precisamente Mi Casa Nueva y, aunque el hombre en apariencia se encuentra ahí bien acompañado, siente nostalgia de su antigua casa y de la mujer con quien la compartía. La letra dice “Hay un letrero de color en la vidriera y una cualquiera es la que ocupa tu lugar”.

Me parece una canción muy triste. ¿Cómo que con una cualquiera? No, señores. No lo hagan con cualquiera. Aspiren a más.

Agustín Jaime sigue bajando

Me estoy poniendo melancólico. Son cosas de la edad. Los jóvenes suelen ser pendencieros. Ustedes saben: el alcohol en la sangre. “Aquí nomás mis chicharrones”. Nunca falta el borracho de cantina. Sale a relucir el orgullo. Pero también basta con que te saquen una pistola o te pongan una calentadita entre varios para que serenes tus ímpetus. Una noche en los separos da mucho en que pensar. ¡Y esas multas!

Tengan cuidado. No les vaya a pasar lo que a Agustín Jaime. Ese que bajaba y bajaba…Pero a caballo. No como otros que, una vez que se bajan, ya no hay poder humano que los levante. Ése también es un corrido con interesante sustrato histórico. Vamos, muchachos, no creo que se lo sepan. Es más conocido que el monumento a Manuel Acuña.

Los Alegres y el Nocturno

Acuña, me suena…Era un estudiante de buena familia que se suicidó de mal de amores, echándose unos alipuces de cianuro. La mujer por la que se suicidó se llamaba Rosario de la Peña y, antes de morir, él escribió el célebre “Nocturno a Rosario” que es su poema mas famoso, aunque los críticos dicen que no es su mejor obra.

Si no lo han leído (sé que no son muy dados a la lectura, por los problemas de la vista, claro)estoy seguro de que lo han escuchado en alguna cantina de ésas donde había radiolas que parecían dinosaurios. Alguien siempre ponía la canción.

¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro,

decirte que te quiero con todo el corazón;

que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro

que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro

te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.

 

-¿Se acuerdan de la tonada?

Los músicos se miran, asienten con la cabeza y empiezan a cantar. Al escuchar los versos podremos llorar como criaturas. Sólo que en este caso el biberón sería una caguama. Como canción fue inmortalizada por Los Alegres de Terán. Es para cuando estamos solos o muy entonados.

-Mejor toquen la que les dije antes, muchachos. Aquella que cantaba el Piporro.

El grupo interpreta “El corrido de Agustín Jaime”.

 

…Y bajó hasta el sepulcro

Se cree por lo general que la historia que cuenta “El corrido de Agustín Jaime” ocurrió tal y como dice la letra. Pero la realidad siempre es un poco más humilde. Agustín Jaime alcanza alturas de héroe en el corrido, incluso de mártir. No era más que un hombre que cumplió con su deber. Un representante de la autoridad que al parecer, arrestó a un hombre armado que andaba haciendo desmanes en una cantina, con el epílogo trágico de que el detenido encontró la forma de vengarse. Entonces el tal Agustín Jaime no sólo bajo del caballo, sino hasta el sepulcro. Se dan tantos casos de ésos últimamente.

Músicos jóvenes, tonadas viejas

Los muchachos del grupo son muy buenos músicos y, aunque su repertorio es bastante tradicional, se les oye variado. Son de la sierra. Allá se ganaban la vida tocando en los bailes, en los casorios o en la labor. Ahora que el trabajo ha escaseado, bajaron a la ciudad. Están juntando unos centavos para después irse al Otro Lado. Ellos son otro producto de exportación.

La sierra va a estar triste sin su música. Les deseo suerte. No los quiero ver rodando de cantina en cantina. Porque a menos que cambien de repertorio o se disfracen de raperos, no creo que vayan a brincar el charco. Con esas fachas y esos instrumentos, que ni en el empeño les agarrarían, no creo que sirvan ni para la pizca de algodón, ya no digamos para recoger tomates. No quiero que sean carne de “Minute-Man” o como les llamen a esos gringos desgraciados que se la pasan venadeando ilegales. Ustedes son una de las últimas muestras de nuestra más rancia cultura musical. Su aportación al saber regional es casi tan valiosa como los petroglifos, las plantas del semidesierto y los fósiles. Bueno, no son tan viejos. Cuando hablaba de antigüedad no me refería a los señores músicos, sino a su repertorio.

En muchos de los jacales donde tocaban, no había luz eléctrica. Todavía se anda a caballo. Pero también hay lugares con planta de luz y hasta se puede llegar en camioneta. ¿De veras ya no se acuerdan dónde dejaron los caballos? A lo mejor el dueño de la cantina donde tocaban ya los convirtió en botana.

-Supongo que algunas de las canciones que interpretan se las enseñaron sus mayores.

Entre los músicos surge un murmullo afirmativo.

-Cuando yo todavía vivía en el rancho, a mi apá le gustaba cantar “Lámpara sin Luz”, sobre todo después de que mi amá lo dejó.

-¿Qué se hizo la vieja? ¿Se llevó la lámpara de petróleo o qué? A ver muchachos ¿Se la saben? Tóquenla por favor.

Paz y José Alfredo en la misma mesa

Hay muchas formas de embriaguez. Y la buena música, como la buena poesía, es licor para el alma. “Claro y los albures son la botana”, me van a decir. Si seguimos con la comparación, ahora entiendo porque los artistas y los escritores son tan encerrados; tienen todo un congal metido en el alma. No les hace falta salir.

Tal vez exagero, aunque no estoy desencaminado. A eso me refería con respecto al repertorio de los señores del grupo. Si algo es notable en la cultura norestense es la facilidad y la sencillez con que se mezclan lo culto y lo popular. Eso no ocurre más al sur, donde la vena culta y la vena popular siguen caminos firmemente separados y ni siquiera queda la esperanza de que se unan virtualmente como las vías del tren en la línea del horizonte.

Nunca verán a José Alfredo Jiménez y a Octavio Paz sentados en la misma mesa de cantina. Me dirán que está difícil. José Alfredo murió y Octavio Paz, es uno de nuestros más grandes poetas. Un poco antes de morir, recibió el Premio Nobel de Literatura. Había un señor escritor en Saltillo que me decía “ Espero que a mí nunca me den ese premio. Por lo que veo, a los que se los dan se mueren”. “No mi amigo-le dije-. Eso sólo les pasa en Coahuila a los maestros jubilados”.

A lo que me refiero es a que se puede tomar el célebre poema de Manuel Acuña y convertirlo en letra de canción norteña y, si examinamos la letra de “Lámpara sin Luz”, que todos recordamos en la doliente voz de Pedro Yerena, descubriremos que tiene imágenes que podrían rivalizar con algunas de Octavio Paz. Una Biblia sin Jesús. ¿A quién se le podría ocurrir algo tan audaz? Una vez, el mismo señor que no quería el premio Nobel, me dijo: “A lo mejor al tal Jesús se le olvidó el libro o lo dejó empeñado”. Yo le recomendé a ese señor que frecuentara un poco menos las cantinas y un poco más las bibliotecas.

La marcha de Zacatecas y el corrido (del trabajo)

Salidos quién sabe de dónde, se escuchan los primeros compases de “La marcha de Zacatecas”.

-¿No que habían vendido la radiola?

-Ése fue su celular, maestro- me dice uno de los músicos.

-Disculpen. ¿Sí? Ajá. ¿En serio? No la chingues. Así que no aprobaron el presupuesto para la investigación. ¿Quién nos madrugó? Jodidos regios, todo lo quieren para ellos. ¿Y a uno que le dejan? Pero es que ya empecé. ¿Insinúas que se han quejado de mi porque he llegado varias veces crudo a dar clase?¿Como que en mis deducibles no aceptan notas de cantina? Estoy investigando. Sí, claro. Y cuando encontraron aquella antropóloga vestida de teibolera, ¿qué? Dizque también estaba investigando. Llevaré mi caso a Rectoría. No voy a permitir que interrumpan mi investigación cuando apenas están saliendo resultados. ¿Qué que qué? ¿Despedido?

Para pagarles a los músicos voy a tener que dejar empeñado mi celular.

-Muchachos, ¿se saben la de una mosca parada en la pared?

 

Lo fugitivo, lo presente, lo vivo

¿Qué podemos concluir de este recorrido? Que el llamado patrimonio intangible es también nuestro patrimonio más vivo. Como hemos dicho, existe solo en tiempo presente, mientras se ejecuta o se escucha. Sabemos que el presente es esa zona de vientos contrarios donde todo se transforma incesantemente. Los corridos, tanto en su música como en su letra y a pesar de los registros en papel o en plástico, siguen estando expuestos a actualizaciones, añadidos, supresiones o variantes, acaso más lentas y menos caprichosas que las que se daban cuando su único refugio era la memoria, pero no por eso estos nuevos cambios son menos dinámicos o reveladores.

A diferencia de otros patrimonios más tangibles, no dependen tanto de las ceremoniosas efemérides. A Hidalgo y Morelos los recordamos el 15 de septiembre; a Zaragoza, el 5 de Mayo; a Madero, el 20 de noviembre…A Manuel Acuña lo conmemoramos cada cincuenta o cien años y a Julio Torri cuando montamos en bicicleta (es decir, muy de vez en cuando). La música popular no necesita una fecha específica. Se oye todos los días y a cualquier hora. No sólo en los bares, también en casas particulares, en oficinas, en la vía pública y en el interior de una enorme camioneta cuatro por cuatro blindada y con vidrios polarizados y placas de Texas, tripulada por un futuro candidato a protagonizar otra letra de corrido.

Como no quiero convertirme en otro patrimonio intangible y pretendo conservar, por lo menos algunos años más, mi zarandeada materialidad, prefiero poner punto final a estas reflexiones y los invito a que sigan disfrutando de nuestro patrimonio sea tangible o intangible, visible o audible; tocable o paladeable.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JULIO TORRI

JULIO TORRI

Por: Dora Isela de la Cruz

El Festival internacional de las artes Coahuila 2013, realizado en el pasado mes de Octubre estuvo dedicado a Julio Torri, quién nació en el estado el 27 de Junio de 1889 y falleció en Mayo de 1970, el fue un cuentista muy destacado.

Coterráneo y amigo de José Vasconcelos, Alfonso Reyes y Antonio Caso, Abogado de profesión aunque su quehacer estuvo más ligado a las letras.

Fue en el año 1942 cuando formó parte de la junta de la Academia Mexicana de la Lengua por su trayectoria literaria y su dedicación a la divulgación de la cultura, entre sus obras más importantes se encuentran “De Fusilamientos”, “El Ladrón de Ataúdes” y «Discursos sobre las pasiones del amor de Blaise Pascal».

Se incluye aquí un pequeño cuento del autor.

El mal actor de sus emociones

Y llegó a la montaña donde moraba el anciano. Sus pies estaban ensangrentados de los guijarros del camino, y empañado el fulgor de sus ojos por el desaliento y el cansancio.

—Señor, siete años ha que vine a pedirte consejo. Los varones de los más remotos países alababan tu santidad y tu sabiduría. Lleno de fe escuché tus palabras: “Oye tu propio corazón, y el amor que tengas a tus hermanos no lo celes.” Y desde entonces no encubría mis pasiones a los hombres. Mi corazón fue para ellos como guija en agua clara. Mas la gracia de Dios no descendió sobre mí. Las muestras de amor que hice a mis hermanos las tuvieron por fingimiento. Y he aquí que la soledad oscureció mi camino.

El ermitaño le besó tres veces en la frente; una leve sonrisa alumbró su semblante, y dijo:

—Encubre a tus hermanos el amor que les tengas y disimula tus pasiones ante los hombres, porque eres, hijo mío, un mal actor de tus emociones.

 

 

 

 

UNA CANCION DE CUNA

Autor: Profr. Florencio Rendón Guajardo

Del Libro: Renuevos de Vida

 

-¿Con quién hablabas hijo?

-Con la señora que me quiere mucho- Ramiro se sorprendió con la respuesta de Blasito, su hijo de cinco años de edad, pues en aquel aposento no había nadie más que él y el pequeño; no obstante, hubiera jurado que había escuchado su voz.

-¿Qué señora, mi amor?

-Una señora que es muy buena y que viene todos los días a verme.

-¿Cómo llega a tu recámara?-Le pregunta Ramiro intrigado-¿Por dónde entra?

-No lo sé Papi, cuando la veo ya está aquí, sentada en mi cama: me besa, me acaricia y me arrulla en sus brazos.

-¿Y por dónde se va?

-Tampoco lo sé, cuando despierto ya no está.

-¿Cómo es ella?

-Es muy bonita…Tiene el pelo largo, que brilla como el oro y sus ojos son verdes como los míos…A veces, cuando me besa, llora y si alguien viene, se va borrando hasta que dejo de verla.

-¿Te da miedo?

-No, al contrario, no quisiera que se fuera… Yo también la quiero mucho.

Ramiro sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, la descripción que Blasito hacía de aquella mujer, correspondía fielmente a la descripción de Elsa, su esposa, quién muriera víctima del cáncer, cuando el niño era apenas un bebé de ocho meses de edad.

-¿Desde cuándo viene esa señora a verte, m´hijo?-

Le preguntó, lleno de ansiedad, tratando de confirmar sus sospechas.

-¡Uh, Papi!, siempre ha venido a verme, desde que era yo chiquito…Me cuenta cuentos muy bonitos y luego me canta una canción que me gusta mucho, hasta que me duermo.

-¿Cómo es esa canción, cariño?- El niño empieza a tararear una melodía que acaba de inquietar a Ramiro…Era la canción que Elsa le cantaba al pequeño para arrullarlo.

Días después el pequeño hurgaba entre los libros que su padre guardaba en un estante. Ahí encontró el álbum de fotografías de la familia y se puso a hojearlo, nunca antes lo había visto, pues desde que Elsa muriera, Ramiro lo había escondido para no revivir el pasado.

-¡Mira Papi!- Exclamó de pronto Blasito-¡Esta es la señora que viene a verme!- Nervioso Ramiro se acerca al niño, mientras éste, regocijado, señala con un dedito a una hermosa mujer que en la foto se encuentra junto a su padre…! Sí , era ella, la madre del pequeño!. Ramiro se quedó estupefacto, desconcertado; no podía asimilar así de pronto, lo que estaba ocurriendo…! No era posible! Sintió una horrible sacudida. Blasito, sin concederle importancia a lo que sucedía, cerró el álbum y alegre salió de la habitación. Ramiro se desplomó en un sillón; su mente confusa empezó a cavilar: He descuidado mucho a mi hijo, con el pretexto del mucho trabajo y la falta de tiempo, no he sabido darle el cariño que necesita.

Los niños son insaciables en cuanto al amor; siempre están ávidos de afecto, de ternura, de mimos, y yo, egoísta, me he encerrado en mi mismo, compadeciéndome de mi dolor… ¿Cómo he podido desampararlo cuando más me necesita?…Ella ha venido a darle ese amor que yo le he negado. Lleno de remordimientos, va en busca del pequeño; lo encuentra en el patio de la casa, solitario como siempre, jugando con sus carritos y platicando con sus amiguitos imaginarios; lo toma en sus brazos, lo estrecha con fuerza, lo besa una y otra vez y muy quedo le dice al oído:

-Perdóname mi vida, por no haber sabido comprender lo mucho que te quiero… !Que solo debes haberte sentido, sin tu madre y sin mi cariño!…!Pero nunca más vas a volver a estar solo, te lo juro!-El niño lo mira extrañado, no alcanza a comprender qué es lo que le sucede a su padre.

-Papi, ¿Por qué estas llorando?-Le pregunta con candor.

-Porque te quiero mucho, mi amor.

-¿Y cuando uno quiere a alguien, llora?

-A veces, mi cielo…Cuando le duele el alma.

Ramiro, queriendo compensar a su hijo por el abandono en que lo había tenido, se dedica íntegro a él… No más horas extra en su trabajo; no mas compromisos que lo alejaran de la criatura; no mas nodrizas ni pilmamas; sería un padre de verdad para su hijo…Todo un padre.

Años después, cuando Blasito había cumplido ya los doce, comentó un día con su padre:

-Papi, recuerdo que cuando yo era muy pequeño, venía mama todas las noches a arrullarme…¿Fue un sueño, verdad?

– Si , hijo, fue un sueño muy hermoso; consérvalo por siempre en tu memoria.

Sueño y realidad se funden con frecuencia en nuestra vida, unas veces para hacernos reflexionar, otras, para recordarnos un deber con el que no hemos cumplido…Lo cierto es que de una o de otra manera, nuestros seres queridos que ya se han ido, siguen amándonos y velando por nuestra tranquilidad…por nuestra felicidad.

 

PRESENTA JESUS DE LEON, «CONVERSACIONES CON UN PINTOR FANTASMA»

 

CONVERSACIONES

 

-Aquí estoy , amigo mío.

Me volví de golpe. En efecto, un pequeño fauno, no más grande que la palma de mi mano y que parecía estar hecho de yeso, movía los labios y parecía mirarme con suma cordialidad.

-Permítame presentarme-me sonrió-. Soy Salvador Tarazona.

Iba a preguntarle: ¿Y yo qué culpa tengo?, pero aquella figura se adelantó a mi reacción.

-Veo que mi nombre no le dice gran cosa. No se preocupe, no es su culpa. Para ponerlo en antecedentes, solo le diré que soy el responsable de los decorados y trabajos en yeso de esta escuela. Disculpe. No pude escuchar su divagación con respecto a la obra artística que yace en el olvido y la indiferencia y qué nada más unos pocos seres sensibles son capaces de valorar. Suelo guardar mis penas resignadamente en silencio, pero al escucharlo hablando solo, lamentando la suerte de esta magna obra en la que yo también puse mucho de mi esfuerzo y de mi talento, no pude contenerme y dejé escapar un gemido.

“Por cierto, ya que estamos con las presentaciones, ¿cómo se llama usted? .

-Jesús de León.

Este es el momento íntimo en el que el pintor, se hace presente ante el escritor claramente consternado por el destino de la obra ubicada en una escuela, para el artista es necesario justificar su trabajo de toda la vida, así nació el libro “Conversaciones con un pintor Fantasma”.

Ahora el escritor Jesús de León lo ha presentado durante una gira por todo el estado en el marco del Festival Internacional de las Artes Coahuila Julio Torri 2013, durante el mes de Octubre que llevó a cabo la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Coahuila. En el libro describe tanto las obras del pintor como las razones por las que fueron creadas y el tiempo en el que se llevaron a cabo.

Injustamente muchos de sus trabajos han quedado en el olvido y para el escritor esto no pasa desapercibido.

¿Cuántos creadores tendrían que volver del más allá para recordarnos que pusieron su alma en las obras que dejaron? El tiempo hace su trabajo y deteriora los murales, esculturas, repisas, de otra manera los restauradores no tuvieran trabajo y también el mismo tiempo hace que los artistas sean olvidados cuando ya han partido, es ley de la vida.

De pronto un alma sensible los revive y hace que regresen para que le cuenten como es que hicieron su trabajo, los pormenores y anécdotas.

Cabe una reflexión ¿Morimos cuando dejamos de estar en la memoria colectiva? O cuando dejamos este cuerpo, por estas fechas muchos recuerdan a sus muertos, les ponen altares, realizan ofrendas, les cantan sus canciones preferidas y les rezan, son nuestras tradiciones del Día de Muertos.

Los creadores como Salvador Tarazona y Jesús de León , dejarán más que recuerdos en la memoria, el primero ya partió y Jesús afortunadamente todavía está con nosotros, tenga por seguro que se le recordará cuando Afuera hay un mundo de gatos, Pamela del Río y Pasos, repasos y tropiezos, Conversaciones con un pintor fantasma entre otros sean tomados de un estante, una biblioteca para deleitar a algún lector en este y los años siguientes.

 

Por: Dora Isela de la Cruz

EL LOCO DE MI PUEBLO

De Ángeles, Locos…y algo parecido

Por Ramiro Flores Morales

 

La gente le llama loco, y lo señalan. Camina con un aire sin igual. Avanza lentamente, arrastrando los agrietados y sucios pies descalzos. Todo desgarabado. Su vestimenta, en vez de un pantalón emplea dos, se sobrepone uno en otro, que lo cambia hasta que el uso y la suciedad los deshace, sobresaliendo uno del otro; amarrados con un delgado mecate de ixtle a manera de cinto. El lacio cabello, por el que nunca más ha pasado un peine, a pesar de lo sucio y enmarañado da indicios que hace varios lustros debió de haber sido de color rubio; de igual manera sucede con su dispareja barba por la que las navajas de afeitar huyeron para siempre. De ese enredo de hilos de cabello resaltan las espesas cejas que sirven para enmarcar unos tristes ojos en los que el celeste del cielo de estas tierras quedó impreso en ellos; ojos escondidos en unas profundas órbitas y que al contemplarlos denotan una infinita tristeza, que quien los ve se contagia. Ojos sin brillo, inexpresivos, desolados; no hay en ellos nada; es la mirada de un hombre en agonía que mira sin ver, que se va hundiendo en la inconsciencia de no ser.

Sus pómulos sobresalientes sombrean unas mejillas hundidas que definen a una bien formada nariz; los brazos muy escurridizos, sin músculo alguno; de pecho flaco y seco, las manos también huesudas y llenas de redondos nudillos.

En fin, es una figura muy singular y conocida de nuestro pueblo, donde según cuentan los viejos, esos que guardan la memoria de la comunidad, de que en cada época, de vez en vez, aparece alguna persona privada de sus facultades mentales; así anduvieron por acá: Chuy, Foro, Abelina, Jasso, Lupe y otros más que tan pronto uno desaparece, otro hace su aparición. Total nunca ha faltado el loquito del pueblo, y hoy es el tiempo del Inge Arturo, quien anda con su mirada ida. Murmurando mil cosas. Hablando para sí. Su mente vive en un mundo lejano, en una dimensión en la cual se quedó atrapado.

Con las toscas y ajadas manos roba del jardín municipal una flor. La acaricia, la huele y la besa; husmea como un can de desdeñoso andar; se pasea con ella por todos lados. El pueblo entero lo conoce. Los niños le tienen miedo, es mas, las mamás para calmar a sus inquietos hijos sentencian: ¡ Te voy a llevar con el loco! Por lo contrario la muchachada ya le perdió el temor, y hoy, en ocasiones se burlan del “lunático” como ellos lo llaman, lanzándole burlones comentarios. En cambio, la gente mayor le guardamos respeto, y a veces, cuando se cree que necesita alimentos y medicina alguien se conmueve y se los ofrece.

Nuestro “loquito” siempre ha mantenido una actitud serena y pasiva, no agrede a nadie; se la pasa construyendo su propio mundo mental; deambula por las calles sin importarle nada, únicamente arrastra unos lastimosos recuerdos que con su presencia y con sólo verlo se trae al presente esta triste historia. Es una página escrita en la vida de esta comunidad y parece que nunca se va a olvidar.

Hoy constituye toda una leyenda. Y él, el actor de una tragedia que es la sombra de un hombre que ya es su sombra.

En los rojizos atardeceres de crepúsculos calientes que parece desollar a las fugitivas nubes que aceleran su ocaso, el “Inge Arturo” se detiene para escuchar el canto de los sonoros pájaros, que bulliciosamente revolotean en las verdes copas de los árboles de la plaza municipal que fueron escogidos para pernoctar; a ellos habla, les grita pidiéndoles que canten más. Los pájaros parecen hacerle caso, ya que arrecian su cantar y algarabía.

Los caminantes lo ven, se ríen, algunos le gritan y otros obligatoriamente piensan:

-Loco-pobre loco

La personalidad de este vagabundo en los días de plenilunio se trastorna más, de ahí la justificación de que también le llamen “lunático”, y que la perturbación mental que sufre recrudezca y aflore, pareciendo que esos trozos de luz plateada se introdujeran en sus oscuras cuencas de ojos tristes, reflejándose para bañar su alma, causando un mensual efecto de embriaguez que le produce la luna llena.

En esas brillantes noches, cuando la luna engorda con bello resplandor; plácida y mística, haciendo que la iluminación de los rayos que arroja, motive a que escape la sombra del anochecer, asomándose para alumbrar la “casa” del loco- una fresca banca de la plaza-. Cuando la penumbra desaparece con la claridad, este personaje vuelve a vivir el motivo que ocasionó su estado actual.

Le habla al blanco astro, se pone a contarle su historia, que para la mayoría de la gente es indescifrable, historia que él vivió y los recuerdos le resucitan automáticamente, atormentándole el alma y apoderándose de su conciencia. Repentinamente corre y grita a la vez que la persigue.

-¿Por qué?, si a ella le dije que hasta que tú te apagaras la dejaría de amar. Que cuando tus rayos de plata ya no alumbraran, ese mismo día la arrancaría de mi corazón. Que mi amor era muy grande y como prueba de ello, tú serías el mayor de los regalos para ella. ¡Luna mala! ¡Luna gorda!

Sus ojos se fijan en la indiferente luna, y con sus escasas fuerzas le vuelve a gritar:

-¡Regrésamela! ¡Tú te la llevaste!

Después se calma, y más sereno, murmura para sí lastimosamente:

-¡Ay!… aquella noche, una vez que el sol se durmió, nos fuimos al río siguiendo la larga vereda, compartiendo la dulzura inefable del éxtasis, y solo nosotros y las centellantes luciérnagas, los asustadizos y saltarines sapos que dejaron de croar, hasta los grillos interrumpieron su arrullador canto, todos fueron testigos de nuestro amor. Ella desnuda, proyectando una imagen coronada de estrellas que la misma Venus la envidió. De repente se metió a nadar para pescarte, porque decía que esa luna sería para mí. ¡Cuánto me amaba!

Grita en silencio. Gime. Hace desarticulados ademanes. Y continúa con sus perennes recuerdos y quejumbroso diálogo sostenido con el indiferente astro que parece tener vergüenza y acelera su tránsito por el firmamento.

-Esa noche, luna mala, apareciste serena sobre las verdes aguas, muy quietecita estabas en el manso río. Flotabas, más grande que nunca, te mecías lentamente. Ella ágil y alegre, jugaba para atraparte y hacer de ti el mayor de los regalos para mí.

En un instante hace una nueva pausa, se calla. Respira agitado. Intempestivamente grita:

-¡Luna mala nunca te dejaste agarrar!. Sus desnudos pechos y brazos querían abrazarte. Brincabas y te escondías. Ella reía y te buscaba en las gotas salpicadas con mil lunas…! Luna mala! ¡Luna gorda! Ella saltaba, se zambullía, y tú toda arrugada y quebrada flotabas. De repente te pescó desde abajo, tú también la agarraste y no la soltaste. ¡Luna mala!, mi amada en el fondo se quedó. En cambio tu saliste mas grandota, más gorda y más sonriente. Ella no apareció. Te la comiste. ¡Maldita luna gorda !.

Arturo, brincando y queriendo atrapar a la clara luna que alumbra el cielo, manotea y exclama con un lastimoso reclamo:

-¡Luna mala! ¡Luna gorda! ¡Deja que te pesque y verás!

Se vuelve a tranquilizar. Sus claros ojos están inundados de recuerdos, rabia y desesperación. Sigue caminando sin perder la mirada hacia la luna que también se mueve, como si entendiera el coraje y pesar de ese humano que increíblemente no le cantara ni declamara y menos, apreciara su diamantina belleza, al contrario parece huirle.

Y sigue con su mensual diálogo:

-Es más, estoy seguro que te dio pena tu maldad, porque después te empezaste a poner negra, poco a poco, todo se hizo oscuro al igual que mi mina de carbón. Todo se enlutó; y yo te gritaba y gritaba que no te apagaras, que a ella la amaba hasta la locura. Nunca me hiciste caso. Después ya no supe nada.

Se calma momentáneamente y de repente vuelve con su reclamo.

-¡Luna mala!, te la llevaste.

Unos muchachos que pasan por ahí lo miran, se ríen burlonamente y le gritan:

-¡Ya mero la pescas!

-¡Un poquito más!

-¡Ahí la llevas!

El los ignora, pues se encuentra en plena discusión con la plateada y redonda luna, correteando por la plaza, siguiéndola y gritándole. El pálido astro le huye, se va alejando del pueblo.

-Mira papá, el loco hoy se trastornó más que nunca – una jovencita que camina por ese lugar en compañía de su padre le señala la actuación del Inge.

-Si mija, ya lo sé, pero no te burles, porque si supieras la verdadera historia de su trastorno, en lugar de reírte te aseguro que lo comprenderías y hasta llorarías por los motivos de su enfermedad.

-¿De verdad?- intrigada y demostrando gran curiosidad le dice: -cuéntame que pasó-.

-Mira nuestro pueblo fue escenario de una verdadera historia de amor; de esas que solo creía ser posible en novelas y películas. Todo empezó hace ya tiempo, antes de que nacieras, cuando llegó a estas tierras un ingeniero para trabajar en las minas de carbón, ese era Arturo, el “loquito”. Según se cuenta que un día como cualquier otro, bastó sólo una fracción del infinito tiempo para que conociera a Rosa, joven poseedora de serena belleza; adornada de una eterna alegría, blanca de color, con la blancura mate de los orgullosos lirios, de mejillas como los aromáticos rosales norteños; negro más que las piedras de las entrañas de esta tierra era su pelo abundo, suave, ensortijado; y oscurísimos los ojos enormes, de esos que proyectan tristeza y alegría a la vez; de gruesas y bien trazadas cejas oscuras; rizadas y largas pestañas; tersa y amplia la frente, finísima la risueña boca pequeña y expresiva; esbelto y gallardo talle juvenil. Total era toda una belleza, y bien que me acuerdo de ella.

-¡Epale, papa! ¿Así tan bonita era?

-Si, y desde el mismo instante en que las miradas de ellos se cruzaron, sus sentimientos quedaron marcados para siempre, así se enamoraron. Eran una pareja envidiablemente romántica. Para ellos nada ni nadie existía, únicamente su amor, la razón de su existencia. La verdad, ahora que lo pienso, creo que ese romance no pertenecía a este mundo ni a este tiempo, imagínate a Romeo y Julieta; era como si en ellos hubiera reencarnado un bello amor de esas parejas idílicas del que nos hablan las novelas románticas. Y en un lugar chico como es el nuestro, por todos lados comentaban ese inusual noviazgo, y eran objeto de todo tipo de comentarios, algunos positivos, otros negativos; bastantes fueron originados por la envidia. Pero a ellos nada les importaba ni afectaba su relación. Vivían plenamente su sentimiento, forjado y destinado desde siempre.

-Que bonito, síguele, síguele.- La jovencita entusiasmada y sorprendida prestaba atención de más.

-Pero, “nada bueno dura ni es para siempre”, así me decía mi abuelo. Sería por el “mal de ojo” o por tanta acumulación de envidias o por el mismo caprichoso destino que los unió, también los separaría, así la tragedia se hizo presente en la prometedora vida de estos jóvenes. Como si hubieran desatado un maleficio, un conjuro lanzado contra ellos desde los orígenes de los siglos, y esa trágica noche estuviese conjuntándose el tiempo y los astros para que se hiciera realidad y desatar alguna negra maldición.

-Que feo, yo no creía en nada de ello. Y ¿qué pasó?

-Todo ocurrió en una veraniega noche, las aguas mansas de este aparentemente tranquilo Río de aguas esmeraldinas se la arrancó y llevó para siempre, junto con el corazón y la cordura del desconsolado novio. Aún peor, esa misma noche hubo un eclipse total. La luna se apagó. Los perros se alborotaron y todos aullaron lastimosamente. Fue una noche que nadie hemos podido olvidar y menos cuando vemos al Inge Arturo en el estado en que se encuentra; haciendo que volvamos a vivir aquella oscura noche. La autoridad lo apresó, pero dado el lamentable estado mental en que se encontraba, y al comprobar su inocencia, de que esa amarga experiencia fue un trágico accidente. Después de varios meses de permanecer en la cárcel, se le absolvió y liberó.

-¡Pobrecito! Que triste fue lo que le sucedió. Con razón enloqueció.

-Si así es. Ni el trabajo, tampoco la juventud, ni el tiempo pudieron sanar su dolor y mucho menos olvidarla. Jamás se recuperó, al contrario el problema se acentuó. El silencio tampoco acompañó a su cuerpo y espíritu, ya que nunca más se calló brotándole voces, que en voz baja y a veces a gritos siempre habla despierto y dormido, tanto a su conciencia como a la luna. Día tras día acudía al cementerio, y allá pasaba horas hablándole a la fría lápida que apresa su tierno amor. Abandonado y olvidado por los suyos, y peor aún, se marchitó en vida, y por mas que la policía lo llevaba a otros pueblos para alejarlo de estas tierras, más tardaban en dejarlo que él en regresarse. No quería separarse de este lugar. Y por más que se empeñó el calendario nunca pudo olvidarla. Pronto se convirtió en el vagabundo del pueblo. Esa es la historia del pobre hombre al que le llamas loco.

-¡Ay, papa! Que historia tan triste ¡pobre de él! Ahora lo comprendo.

-Ya te lo dije, que los motivos de su locura iban a conmoverte. Así que no te burles de ese sufrido hombre, y cuéntales a tus amigas esta historia para que la conozcan y aprendan a respetar a nuestro loquito.

Mientras tanto el Inge Arturo, allá en la plaza, cansado de tanto saltar, recuesta su guiñapiento y melancolico cuerpo en la banca, viendo a la redonda luna que pronto huye y se aleja.

De nueva cuenta lo derrotó. No logró alcanzarla.

Arropado con la flor, entre los suspiros y recuerdos de aquella lejana y desventurada noche cuando con su amor fueron al río para cazar a esa escurridiza luna como prueba de amor eterno, y cómo las traicioneras aguas la arrancaron de su lado; ya medio dormido, con profundas y lastimosas imágenes de aquella inolvidable pesadilla que el destino les jugó, murmura para si:

-¡Luna mala! ¡Luna gorda! Regrésamela ya.

La noche avanza con lobreguez, y en lo alto, mientras se encienden las incansables estrellas, hundiéndose, aún más, en el bello océano de sus recuerdos compartidos con su amada doncella.

Y en esos anocheceres de luna llena, como apiadándose de él, el brillante astro le envía un fugaz rayo plateado que se refleja en las lágrimas que tímidamente asoman y caen limpiando su cara; que suave y lenta resbalan, acariciándole, y tiernamente parecen besarle y decirle:

-¡No me olvides!

Y después de un profundo suspiro, como si aspirara ese pensamiento y lo introdujera en lo más recóndito de su agobiada alma, se queda dormido. Invadiéndolo un silencio total, de tranquilidad pasmosa.

Yo que conozco esta historia y hoy la recuerdo, historia de un amor imposible, donde el destino de una manera cruel jugó con ellos, por ello no me atrevo a burlarme ni juzgarlo; al contrario cada vez que lo veo , siento un profundo dolor que ahoga mi garganta, su coraje también me contagia e invade, haciendo que inconscientemente lo acompañe y solidarice con él, y haga mío su dolor; y con el corazón oprimido y la garganta atravesada por un puñal de sollozos, volviéndome también loco, lleno de rabia, mentalmente, al igual que él grite:

-¡Luna, Luna mala!

-¡Luna gorda, ya llévatelo con su amor!-

-¡Devuélvele la cordura! ¡Devuélvele su amor!

El brillante astro sigue indiferente, y da la impresión de que la intensidad de sus rayos se incrementan, trasminando los paisajes iluminando plenamente al pueblo que ya se apresta a dormir, al río de verdes y aparentes aguas apacibles y traicioneras; pero en especial a una blanca lápida del panteón, que las noches de luna llena, resplandece, distinguiéndose entre todas las tumbas del camposanto, es la Rosa; y sobre la jardinera, que siempre tiene una flor, la que a diario le lleva su eterno amante; en esa jardinera en cuya agua se refleja mensualmente, y al quedarse por un momento grabada su brillante imagen, desde el interior parece escucharse:

-¡Te atrapé!…!Luna Gorda!.. ¡Luna mía! ¡Luna para mi amor!.

 

UN RECORRIDO POR LA HISTORIA

Hay quienes se sumergen entre documentos y libros, para traernos la historia muy bien contada, tal y cual hubiera sucedido ayer.

Jesús de León en La Gazeta de Saltillo revista que edita El Archivo Municipal de Saltillo:  la gazeta de saltillo.gob.mx  , hace lo propio y entrevista a otra historiadora coahuilense, María Elena Santoscoy quién también es profesora y ex-primera dama municipal, ella cuenta como concluyó que le gustaría esta actividad:

“ A lo único que me he dedicado es a la vida cotidiana en Saltillo. Siempre me interesó saber cómo vivía la gente, cómo se bañaba la gente, qué comía, qué sentía. En la medida de mis posibilidades, empecé a hacer esa aportacioncita, desde 1997, que me gradué como maestra en Historia y he seguido con ese hilito siempre. Otra vertiente que me interesó es la aprehensión de Hidalgo en Acatita de Baján. Me iba a dedicar a eso. Tenía hecha la investigación y muchos documentos. Pero uno de mis asesores me dijo: “No te metas con eso, porque te van a revolcar”.

La Gazeta de Saltillo, edición de Julio del 2013, incluye también un relato de la 5ª. máquina de ferrocarril, la llamada “Máquina de las Celebridades” ya que en un tiempo transportó a Fco. I Madero, José Vasconcelos y el torero Juan Silveti, el tren hacía parada en Aguanueva y recorría Zacatecas y Coahuila, en 1929.

La sombría intención de viajar a México del escritor Ambrose Bierce con la única intención de morir en este país según Antonio Guerrero cronista de Santa Catarina.

La historia de la Escuela del Sarape contada por Leonor Zozaya Rubio, Relato de la tumba del Gringo Viejo y más…

 

 

CONVERSACIONES CON MUJERES

Hola preciosa:

   Cómo estás hoy ?

   Me imagino que amaneciste hermosa, y con una tremenda actitud ante la vida. Ésa actitud que te caracteriza, y que te mueve a conseguir los objetivos que te hayas trazado, pese a todos los obstáculos que a diario se presentan a cada uno de nosotros.

   Viste la luna hoy ? Pudiste observarla anoche ?

   No es la luna grande de octubre, cuando nuestro planeta transita por ése espacio de nuestra orbita. Pero es una luna brillante, hermosa, como tú.

   Habemos quienes caemos rendidos ante una mirada de unos ojos brillantes, expresivos, y de profunda reflexión. Asimismo, encontramos en ésas noches de luna el material exacto para escribir sobre mil temas, sin atinar a elegir cuál sería el adecuado. Así, se ha pasado la noche, y he amanecido observándola, cuidadosamente, embelesado con su luminosidad, abstracto en su reflejo, y cuando han asomado ya los primeros reflejos de la inminente llegada del astro Rey, tenía ya en mis manos un buen rayadero de notas sobre las cuales habrá que disertar en las próximas semanas…La luna ha ejercido una vez más su magia sobre mi mente…

   Igualmente, mi mente se ha eclipsado con gran cantidad de pensamientos. Y tengo ya, claro, el modelo de negocio que he de seguir durante éste 2013 para poder conseguir un futuro medianamente mejor, para aprovechar las oportunidades que se empiezan a presentar ante la vida, y también para procurar que a quienes deseen colaborar conmigo, les vaya mejor. Muy pronto te lo haré saber.

   Construir algo así, me llevará tiempo. Con tu ayuda lo lograré !

   Hace años, jamás pensé que habría gente que deseara leerme, que escuchara atenta mi plática, que una conferencia sobre cualquier tema fuese un excelente método para hacer amigos, para profundizar en el conocimiento humano, y sobre todo, para enriquecernos humanamente en ambas direcciones. Hoy, eso ya existe.

   Hace doce meses, escribía yo sobre varios temas, buscando aquellos que levantaran más pasión, más respuesta, mayor necesidad de profundización, y he encontrado varios. Me he vuelto un entusiasta investigador, lector, y preguntador, sobre todas ésas preguntas que primero surgieron dentro de mí, y que curiosamente muchas de ellas fueron extenuantemente repetidas en correos, en las redes sociales, etc… Por cierto, me rehusaba yo a participar en facebook por considerarlo no adecuado para muchos de los fines que yo creí perseguir, pero, finalmente he decidido participar. Si. Alex Goodman por fin está en facebook, aunque, como casi siempre lo he comentado, mi rostro no es lo importante, sino mis ideas.

   Muy pocas personas me conocen frente a frente, pero, en éste nuevo modelo de negocios que emprenderé, tendré que eliminar gradualmente mi mascara para aparecer ante ti tal como soy. Sin embargo, aún no es tiempo de presentaciones masivas.

   La luna me ha participado con claridad que el ser humano cambia, y es susceptible a los ciclos, como ella. Y yo con ella rodaré y avanzo en el conocimiento de mi propia persona y mis capacidades. Pero, también necesitaré ayuda. No puedo solo con ésta tarea, y necesitaré de ti, como siempre. Necesitaré de tus comentarios, de tus respuestas, de tus correos, de tus chats, de tus comentarios en facebook, de tus entradas a mi blog, etc…Pronto, tendremos que estar en twitter.

   En cuanto a la temática, me centraré en los temas que más han apasionado a mi hoy público, aunque, he de extender un poco el rango de edades, pues he empezado a recibir muchos correos de gente mucho más joven que yo, así como también de personas mayores que yo, y de todos estoy dispuesto a aprender.

   El frío comienza a desaparecer, y sol calienta mejor ya a éstas horas de la mañana…Sin embargo aún existe el gélido clima de las tierras del norte. Hacia allá me dirijo…El Martes 5 a Zacatecas, el miércoles 6 a Torreón, el jueves 7 a Saltillo y el viernes 8 a Monterrey.  

   Me ayudas ? Linda

Alex